Psique

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Psique era la diosa del alma en la antigua mitología griega y romana. Nacida como mujer mortal, su belleza rivalizaba con la de Afrodita (Venus) e inspiró el cariño del hijo de Afrodita, Eros, dios del deseo. Tras llenar una serie de tareas supuestamente inviábles para estar con Eros, Psique obtuvo la inmortalidad y se transformó en una diosa.

Aunque la historia de Psique y Eros (Cupido) se puede localizar en el arte heleno desde el siglo IV a.C., la narración mucho más conocida y completa del mito se encuentra en la literatura romana antigua, en la novela del siglo II a.C. Las metamorfosis o El asno de oro, redactada por Apuleyo.

Orígenes en Las metamorfosis de Apuleyo

Las Metamorfosis es la única novela romana antigua escrita en latín que se conserva en su integridad. Escrita en el siglo II d.C. por Apuleyo, escritor y pensador de la provincia romana de Numidia, Las metamorfosis, asimismo conocida como El asno de oro, se compone de once libros.

Sigue la narración de Lucio, un hombre cuyo deseo de ver y entrenar la magia lo transporta a transformarse accidentalmente en un asno. Esto hace que Lucio emprenda su viaje, durante el cual escucha muchas historias. Una de ellas es la historia de Cupido y Psique, que se cuenta en su integridad. Apuleyo dedica los libros cuarto a sexto de El asno de oro a esta historia. Aunque hay pruebas de que la crónica de Cupido y Psique aparece en obras de arte griegas desde el siglo IV a.C., es por medio de la incorporación de Apuleyo de la historia en su novela que los datos llegan a los que leen y los estudiosos modernos.

Cupido y Psique

En una localidad sin nombre, había una vez un rey y una reina que tenían tres hijas. Aunque las dos mayores eran bellas, la mucho más joven, Psique, poseía una hermosura aún mayor que era «tan perfecta que el lenguaje humano era demasiado pobre para describirla o aun alabarla eficazmente » (Apuleyo, 59). La belleza de Psique se realizó famosa, atrayendo a extranjeros de los países vecinos que acudían en masa solo para contemplarla. Estos peregrinos la colmaban de regalos y ofrendas, el tipo de homenaje que antes solo se rendía a nuestra Venus. Fueron muchos los que acudieron a adorar la belleza de Psique que descuidaron los altares y los templos de Venus. Esto ofendió bastante a la diosa del amor, que no podía soportar la indignación de ser eclipsada en belleza y adoración por una mujer mortal.

Planificando su venganza, Venus convocó a su hijo Cupido (Eros), el dios del amor físico y del deseo. Astuto y travieso, Cupido era popular por sus flechas que, de manera frecuente dirigidas al azar, hacían que aquellos a los que golpeaban se enamoraran. Absolutamente nadie, ni los mortales ni los dioses, era inmune. Venus le explicó a su hijo cómo había sido despreciada y le ordenó que hiciera que Psique se enamorase de alguna criatura horrible para castigarla. En palabras de Apuleyo:

Irresponsable como él [Cupido] ahora era por naturaleza, Venus lo despertó aún mucho más con sus expresiones; y lo llevó a la localidad y le mostró a Psique. le expuso toda la historia de esta belleza rival. Gimiendo y chillando de indignación, «Por los lazos del amor de una madre», ha dicho, «te imploro, por las dulces heridas de tus flechas, por las quemaduras de miel hechas a tu toque, vengar a tu madre, vengarla al máximo. Castiga sin piedad a esa arrogante belleza. Deja que esta chavala se apodere de una candente pasión por lo mucho más bajo de la humanidad. alguien tan degradado que en el mundo entero no pueda hallar ninguna miseria que se iguale a la suya». (Apuleyo, 60)

Cupido se preparó para cumplir los deseos de su madre, tomó sus flechas y se dirigió a la alcoba de Psique mientras que dormía. Al verla tan cerca, se sintió abrumado por su hermosura y la tocó con la punta de una flecha. Al tocarla, se despertó y miró en su dirección. Aunque ella no ha podido verlo porque era invisible, esto atemorizó a Cupido, que se hirió con su propia flecha en la confusión. Desde entonces, Cupido se enamoró perdidamente de Psique.

Mientras tanto, los viajeros proseguían apareciendo para venerar la belleza de Psique. Con el paso del tiempo, sus dos hermanas mayores se casaron con príncipes, pero nuestra Psique no ha podido encontrar marido, puesto que parecía que los hombres estaban mucho más prestos a adorarla que a casarse con ella. Los progenitores de Psique, perturbados por esta falta de pretendientes, temieron haber hecho algo que ofendiera a los dioses y visitaron el oráculo de Apolo. Cuando le preguntaron con quién se casaría Psique, el oráculo respondió que había que vestir a la chica con ropas fúnebres y dejarla en la cima de una montaña donde se hallaría con su marido, una horrible criatura serpiente a la que incluso los dioses temían. Según Apuleyo, el oráculo ha dicho:

En la cima de la montaña, oh rey, expón a la doncella
para el matrimonio fúnebre ritualmente listo.
Ningún yerno humano es tuyo,
sino algo cruel, feroz y serpentino;
que asola el planeta como llevado en alas,
con fuego y acero persigue todas y cada una de las cosas;
ese Jove en persona, a quien los dioses veneran,
que la oscura corriente de Estigia mira con miedo. (Apuleyo, 61).

Angustiados, el rey y la reina no tuvieron mucho más antídoto que acatar el mandato de los dioses. Admitiendo su destino, Psique se vistió con el atuendo funerario y se dejó llevar a la cima de la montaña, donde se quedó sola para aguardar a su marido. Mientras aguardaba, una despacio brisa soplada por Céfiro, el viento del oeste, la llevó a una arboleda, donde enseguida se quedó dormida. Al despertar, Psique encontró un magnífico palacio cerca de la arboleda, que contenía columnas de oro, paredes de plata y suelos de mosaico enjoyados. Mientras que recorría los pasillos del palacio, una voz incorpórea le mencionó que se pusiera cómoda y que todo cuanto veía era de el. La voz la invitó a un baño y a un banquete, en el que la entretuvo un canto invisible al son de una lira invisible.

Esta persona invisible, de la que Psique pronto se percató que era su nuevo marido, visitaba a Psique en el palacio siempre y en todo momento a lo largo de la obscuridad de la noche y se iba antes del amanecer, con lo que no le permitía mirarlo. Aunque miedosa al principio, Psique comenzó a esperar las visitas de su marido y pronto incluso se enamoró de él. No obstante, su marido no aceptaba que lo mirara, le decía que prefería que lo amara como a un igual a que lo adorara como a un dios (Campanilla, 84).

El abandono de Psique

Transcurrido un tiempo, por más que Psique esperara las visitas nocturnas de su marido, se sentiría triste y sola durante el día. Una noche, le dijo a su marido que deseaba poder ver a sus hermanas para hacerles saber que estaba viva. Su marido no pudo soportar ver a Psique tan triste y accedió a que las viera, pero repitió su advertencia de que, independientemente de lo que le afirmaran sus hermanas, Psique no debía mirarlo. Si lo hacía, él la dejaría para siempre. Psique prometió que no traicionaría la confianza de su marido, diciendo:

Voy a morir cien ocasiones antes de dejarme hurtar este exquisito matrimonio contigo. Pues te amo y adoro con distracción, seas quien seas, como amo mi propia vida; el mismo Cupido no puede compararse contigo. (Apuleyo, 65)

Céfiro llevó a las hermanas de Psique al palacio y las tres hermanas se reunieron. Psique les mostró los alrededores, y tras ver el esplendor del nuevo hogar de Psique, las hermanas se sintieron invadidas por los celos. Le hicieron muchas cuestiones a Psique, concretamente sobre su marido. Al principio, Psique les mencionó que era un precioso joven que pasaba el día cazando en las montañas, pero sus hermanas siguieron presionando, y Psique se vio obligada a decirles la verdad : que no sabía quién era y que nunca había visto su rostro.

Sus hermanas le contaron entonces sus supones y le recordaron a Psique que se encontraba presagiado que se casaría con una bestia horrible. Especularon que la serpiente tenía en mente comer desaforadamente a Psique y que debía elaborar una lámpara y un cuchillo afilado junto a su cama. En el momento en que su marido estuviera dormido, Psique debía ver su rostro y, si era la serpiente que el oráculo había predicho, debía «cortar la cabeza del monstruo, y de este modo recobrar [su] independencia» (Campanilla, 85).

Psique trató de resistirse a estos pensamientos, pero aun una vez que sus hermanas se fuesen, se quedó pensando en sus consejos. Cuanto más pensaba en ello, más se preguntaba por qué razón su marido se escondía y su curiosidad aumentaba. Aquella noche, en el momento en que su marido se había dormido, cogió la linterna y lo miró. Lo que vio no fue un monstruo, sino el dios Cupido, cuya hermosura reconoció:

Ella vio una rica cabeza de cabellos dorados que goteaban ambrosía, un cuello blanco como la leche y mejillas sonrosadas sobre las que se extendían espirales de pelo convenientemente dispuestas. En los hombros del dios volador brillaban alas, blancas como el rocío y con un brillo resplandeciente. A los pies de la cama había un arco, un carcaj y flechas, las graciosas armas del gran dios (Apuleyo, 73).

Al inclinarse para poder ver mejor su rostro, una gota de aceite ardiendo del farol cayó sobre el hombro de Cupido y lo despertó. Sin mediar palabra, el dios desplegó sus alas y salió volando por la ventana, abandonando a su mujer. Psique brincó por la ventana tratando proseguirlo, pero cayó al suelo. Cuando se levantó, se dio cuenta de que tanto la arboleda como el palacio habían desaparecido y que estaba en un campo cercano a la ciudad donde vivían sus hermanas.

Llorando, Psique las halló y les contó lo sucedido, y sus hermanas, fingiendo que se afligían por la desgracia de Psique, se alegraron en realidad, pensando que ahora que Cupido había abandonado a Psique, podría elegir a una de ellas. Por la mañana siguiente, ambas hermanas se dirigieron a la montaña donde habían sido llevadas a palacio por Céfiro y saltaron desde la cima, con la intención de que el Viento del Oeste las atrapara y las llevara. Pero Céfiro no las capturó y cayeron al vacío.

Las pruebas de Psique

Psique deambulaba día y noche, sin comer ni reposar, en pos de su marido. Mientras Psique rezaba pidiendo ayuda, Ceres, la diosa de la agricultura, se apiadó de ella. Ceres le ha dicho a Psique que si asistía a Venus y se comprometía a servirla, podría ganarse el perdón de Venus y se le dejaría estar con Cupido. Venus, mientras tanto, se había enterado del matrimonio misterio entre Psique y su hijo y estaba ayudando a sanar a Cupido tras la quemadura que había sufrido.

En el momento en que Psique llegó, una Venus enfurecida hizo que sus siervas, Preocupación y Tristeza, la azotaran, la golpearan y se burlaran de ella, antes de dirigirse a la chavala. Entonces cogió granos de trigo, cebada, mijo, semillas de amapola, lentejas y frijoles, los mezcló y los arrojó todos juntos ante Psique. Venus ordenó a Psique que separara y clasificara todos y cada uno de los granos antes del anochecer. En el momento en que Venus se marchó, Psique se sentó impotente ante esta labor irrealizable.

Pero una hormiga que había estado observando el encuentro se apiadó de ella. Reunió a todas las otras hormigas de su hormiguero y se acercaron al montón, y apartaron y clasificaron todos los granos en muchos ordenados antes de ocultar de la visión. En el momento en que Venus regresó para conseguir la labor terminada, se enfureció, ya que esperaba que la pequeña no hubiera sido con la capacidad de completar la labor.

A la mañana siguiente, le confió a Psique otra labor imposible: atravesar un río y conseguir vellones dorados de los lomos de violentos carneros que pastaban al otro lado. Psique se aproximó a la orilla del río con la intención de ahogarse antes que arriesgarse a fallecer embestida por los carneros, pero el río le habló y le dijo : «Psique, puesta a prueba con mucho sufrimiento, no contamines mis aguas sagradas con tu muerte lamentable» (Apuleyo, 83). El río siguió diciéndole a Psique que se escondiera hasta el momento en que los carneros se calmaran con el sol del mediodía y la brisa tranquilizadora del río. Una vez relajados, Psique pudo esquilar los vellones de sus lomos sin despertar su furia.

La tercera tarea de Psique fue agarrar el agua negra del río Estigia. En esta ocasión, mientras reflexionaba sobre cómo conseguirlo, fue nuestro Júpiter quien se apiadó de ella. Júpiter envió una gran águila que juntó el agua para ella. Sin embargo, Venus seguía insatisfecha y ordenó a Psique que realizara una cuarta y última labor. Debía ir al inframundo con una caja de oro, en la que debía obtener una dosis de la hermosura de Proserpina, la reina del inframundo.

Poco una vez que Psique se pusiese en marcha, tropezó con una torre elevada, que le señaló dónde encontrar la entrada al inframundo y de qué forma conseguir a Proserpina con seguridad. Psique siguió estas instrucciones y pronto se halló en el palacio de Proserpina. Siguiendo las advertencias de la torre, Psique rechazó la oferta de la diosa de un taburete cómodo y una rica comida, y se satisfizo con sentarse sobre el suelo y comer solamente un mendrugo de pan. Entregó el mensaje de Venus, Proserpina aceptó la petición y llenó la caja de oro con su hermosura.

Tan pronto como salió sana y salva del inframundo, Psique se llenó de curiosidad por el contenido de la caja. La curiosidad se apoderó de ella y decidió abrirla. En su interior no encontró mucho más que una nube oscura que la hizo caer en un profundo sueño:

«Qué estúpida soy», se dijo, «por llevar una hermosura divina y no servirme ni siquiera de un trocito de ella, para quizás complacer a mi precioso amante «. Y de este modo abrió la caja. Pero no halló nada en ella, ninguna hermosura, sino más bien solo un sueño infernal. que, al eliminar la tapa y dejarlo salir, se apoderó de ella y se difundió en una negra nube de olvido por su cuerpo, tal es así que, vencida por él, se desplomó en el lugar donde estaba en el sendero y quedó inmóvil, como un simple cadáver dormido. (Apuleyo, 87)

A esta altura, la herida de Cupido se había curado completamente. Inútil de soportar estar separado de Psique por mucho más tiempo, escapó de la vivienda de su madre en pos de su mujer. La encontró donde estaba acostada, dormida, y cerró la caja antes de despertarla. Cupido llevó entonces la caja a Venus antes de volar a Júpiter y le pidió que hiciese inmortal a Psique. Júpiter aceptó con la condición de que Cupido le ayudara toda vez que una hermosa doncella le llamara la atención.

Júpiter festejó una asamblea donde advirtió a Venus que no hiciese más daño a Psique. Entonces le entregó a Psique una copa de ambrosía, la bebida de los dioses, y le dijo: «Bebe esto, Psique, y sé inmortal». De este modo, Psique se convirtió en una diosa del alma y se casó de manera oficial con Cupido. Se celebró un gran banquete de bodas. Psique y Cupido tuvieron una hija juntos, Voluptas (Hedone en griego), la personificación del placer y el deleite.

Interpretaciones y legado

La narración de Cupido y Psique ha perdurado a lo largo de los siglos, lo que naturalmente dió rincón a muchas interpretaciones. Cuando menos desde el siglo VI d.C., los escritores han considerado la historia como una alegoría sobre el alma humana. El escritor Fulgentius, al contemplar la historia desde una visión cristiana, compara a Psique con Adán, cuyas curiosidades pecaminosas llevaron al destierro del paraíso. Otros, como Giovanni Boccaccio, que escribió en el siglo XIV, equiparan el matrimonio entre Psique y Cupido con el vínculo entre el alma humana y Dios. Mucho más recientemente, la historia fué analizada a través de diferentes interpretaciones psicológicas y feministas.

Thomas Bulfinch, en su Mitología, cuenta otra interpretación alegórica. Señala que la palabra griega para mariposa es psyche, que es asimismo su palabra para alma. Bulfinch escribe que no hay mejor ilustración del alma que la mariposa, «que revienta en alas brillantes desde la tumba donde ha continuado». De igual forma, escribe Bulfinch, el alma humana se purifica a través del padecimiento y las desgracias y «se prepara de esta forma para el placer de la auténtica y pura felicidad» (Bulfinch, 89).

El legado de Psique también se ve a través de diferentes obras de arte y literatura durante los siglos. Se han encontrado anillos con la imagen de Cupido y Psique que se remontan a la Gran Bretaña romana, al paso que asimismo se han encontrado gemas grabadas en Enorme Bretaña que representan a Cupido quemando una mariposa. Estos descubrimientos podrían sugerir que Cupido y Psique podían tener un seguimiento religioso.

Desde ese momento, tanto la historia como su matrimonio fueron un tema habitual para muchos artistas, desde Rafael hasta Goya y Edvard Munch. En la literatura, la historia se puede hallar mencionada en proyectos de varios escritores y poetas esenciales. John Milton menciona a la historia al final de su Comus, John Keats se refiere a ella en su poema Oda a Psique, y la novela de CS. Lewis Mientras no tengamos rostro: retorno a un mito es una narración de la historia desde la perspectiva de una de las hermanas de Psique, por denominar algunos ejemplos.

La crónica de Psique es la de una mujer mortal que, dejada por su apasionado debido a su curiosidad, completa muchas pruebas aparentemente imposibles para recuperarlo y se transforma en una diosa en el camino. Exactamente la misma una mariposa o un alma humana aguantan el mal y el cambio, asimismo lo hace Psique, como han aludido muchos artistas y escritores durante los siglos.

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