Minerva

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Minerva, la mucho más sabia de las deidades romanas, era la diosa de la inteligencia, la filosofía, la artesanía, el arte y la inspiración. Desde su posición en el cielo, inspeccionaba todo cuanto requería previsión y cálculo. En encarnaciones posteriores, Minerva asimismo era vista como una figura militar, tal como la fuente por medio de la cual fluía todo el pensamiento estratégico y táctico. Minerva regía con Júpiter y Juno como parte del triunvirato divino popular como la Tríada Capitolina.

Minerva puede ser la deidad romana por excelencia. En contraste a Júpiter y Neptuno, que fueron tomados al por mayor de las deidades griegas, Minerva evolucionó desde una deidad etrusca famosa como Menrva. Se helenizó gradualmente en los siglos IV y III a.C., y adoptó más especificaciones de Atenea cuando los romanos adoptaron más rasgos de la civilización griega. Durante el mismo intervalo de tiempo, Minerva superó la situación de Marte en la Tríada Anticuada (compuesta por Júpiter, Quirino y Marte), formando la nueva Tríada Capitolina. Su desplazamiento del furioso dios de la guerra Marte sugirió un cambio significativo en la autocomprensión romana y subrayó su transición de potencia provincial italiana a superpotencia mediterránea.

Venerada por artesanos, mercaderes, estadistas, líderes militares, artistas y filósofos por igual, Minerva era una figura central en el mito romano. En todo el Imperio De roma abundaban los santuarios dedicados a Minerva y de año en año se celebraban varios festivales en su honor. Al igual que otras deidades romanas, el culto a Minerva se vio eclipsado por el auge del cristianismo, que llegó a controlar los corazones y las psiques de los romanos en el siglo IV de nuestra era.

ETIMOLOGÍA

El nombre de roma «Minerva» se inspiró en la deidad etrusca Menrva, o quizás Menerwā. El nombre etrusco fue a su vez tomado de una deidad itálica más vieja llamada Meneswā o Menes-wo, que significa «la que recuerda», «la que sabe» o «la que mide». El nombre de Minerva compartía su raíz con Manasvini, una deidad hindú asociada a la virtud, la inteligencia y la luna.

ATRIBUTOS

Minerva, la más sabia de todos y cada uno de los dioses y diosas, tenía una mente calculadora que utilizaba para hallar sus objetivos. Minerva, la más castigada de las deidades romanas, rechazaba las insinuaciones de hombres y dioses para conservar su pureza virginal.

Como diosa de la paz y de las artes civilizadas, Minerva vestía en ocasiones un chitón -un grupo de ropas largas que las damas llevaban hasta el suelo y los hombres hasta las rodillas- y una corona de laureles. Como diosa feroz de la guerra, Minerva asimismo blandía una lanza y se ponía la armadura de un general de roma, con un casco de soldado y un pequeño escudo. La mayoría de las representaciones de la diosa la muestran con este último atuendo.

FAMILIA

En su forma helénica, Minerva era hija de Júpiter, el rey de los dioses, y de Metis, un gigante o Titán. Por vía de Júpiter lujurioso, Minerva tenía muchos medio hermanos, entre ellos Marte, Belona, Vulcano y Juventus. Otros medio hermanos eran Mercurio, el dios mensajero del comercio, la navegación y los viajes, Venus, la diosa del amor y el deseo sexual, y Proserpina, la diosa doncella raptada por Plutón.

Como diosa virginal, Minerva nunca tuvo hijos propios. Tampoco se casó jamás.

MITOLOGÍA Y ORÍGENES

Más tarde, los romanos se apropiaron de los mitos de la diosa griega Atenea y los aplicaron a Minerva; de esta manera, la historia romana del nacimiento de Minerva es idéntica a la historia griega del nacimiento de Atenea. La historia comienza -como acostumbran a realizar las historias de Júpiter- con su promiscuidad sexual. En un caso así, Júpiter tuvo una aventura con una mujer llamada Metis, que en la tradición griega era descrita como un Titán. En el momento en que Metis se quedó embarazada, Júpiter, que se había hecho con el control del cosmos al derrocar a su padre Saturno, se enteró de una profecía que pronosticaba su caída a manos de su propio hijo. Temiendo que el hijo no nacido de Metis cumpliera esta profecía, Júpiter se tragó a Metis y a su hijo, al igual que Saturno se había tragado a los hermanos y hermanas de Júpiter.

Aguardando el instante oportuno, Minerva, aún no nacida, tramó su salida del vientre materno. Al fin, brotó de la frente de Júpiter, absolutamente crecida y lista para la batalla. Algunos cuentos afirman que Vulcano, el dios de la metalurgia, actuó como una especie de comadrona abriendo la cabeza de Júpiter con un hacha y dando a luz a Minerva; el instante ha sido objeto de representaciones artísticas tanto viejas como modernas. Pese a este comienzo poco propicio en la relación con su padre, Minerva terminó transformándose en la hija favorita de Júpiter.

Según la Eneida de Virgilio, Minerva se opuso inicialmente a la fundación de Roma y despreció a su héroe fundador, el guerrero troyano Eneas. En la pieza maestra de Virgilio del siglo I a.C., Minerva ocupó el lugar de Atenea, la diosa griega despreciada por Paris de Troya. El rencor de Minerva hacia los troyanos era espectacular y su venganza severa. Virgilio indicó que Minerva urdió el plan que por último condujo al saqueo de Troya. Usando su don de inspiración estratégica, implantó la idea del caballo de Troya en la mente de Ulises (Odiseo en el griego), que entonces dirigió la creación del famoso regalo. Virgilio lo llamó «el regalo de la muerte de Minerva». En el momento en que el disidente troyano Laocoonte dio la voz de alarma, aseverando que el caballo era un truco que auguraba la perdición de Troya, Minerva envió 2 serpientes marinas para matar a los hijos de Laocoonte y devorar al padre.

No obstante, cuando Eneas escapó de la región devastada, se llevó una pequeña estatuilla de la diosa. Minerva proseguía persiguiendo a Eneas, pero el héroe troyano eludía la ira de la diosa y llevaba la estatuilla a todas y cada una de las partes. Con el tiempo, la custodia del objeto por la parte de Eneas aplacó a Minerva, que lo interpretó como una señal de la devoción de Eneas hacia ella. Eneas llevó la estatuilla a Italia, y acabó residiendo en el templo de Vesta. Según la leyenda, mientras que la estatuilla de Minerva residiera en los salones del templo, la localidad de Roma nunca sería conquistada.

Una historia mucho más peculiar contenida en las Metamorfosis de Ovidio, de principios del siglo I de nuestra era, hablaba de Minerva y la creación de las arañas. El cuento era una historia tradicional de arrogancia frente a los dioses y sus secuelas. Comenzó en el momento en que Aracne, una muchacha y talentosa tejedora, se jactó de que su dominio del oficio superaba aun al de Minerva. Cuando Minerva se enteró de este alarde, se convirtió en una anciana y aconsejó a Aracne que retirara su afirmación. Cuando Aracne repitió desafiantemente su presunción, la anciana la retó a un concurso.

Minerva tejió un hermoso tapiz en el que aparecía triunfante ganando el patrocinio de Atenas frente a la mirada de los demás dioses. Si bien precioso y bien elaborado, el tapiz de Aracne representaba varios capítulos famosos en los que los dioses masculinos se convertían en humanos y seducían a las mujeres mortales. Tales representaciones eran tabú, en tanto que era profundamente ofensivo mostrar a los dioses en la mitad de tal disparidad.

Minerva no estaba preparada para dejar que Aracne se burlara de los dioses y golpeó a la chica «tres o 4 veces» en la cabeza. El mal y la vergüenza de los golpes dejaron a Aracne sin esperanza, y procedió a colgarse una soga al cuello. De súbito, compadeciéndose de la chica, Minerva salvó a Aracne de la desaparición transformándola en una araña.

DIOSES EQUIVALENTES A MINERVA

Minerva hereda una gran parte de sus atributos de la diosa griega Atenea.

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