Cupido

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En la mitología clásica, Cupido (latín: Cupīdō, «deseo») es el dios del deseo, amor erótico, atracción y afección. Frecuenta representarse como el hijo de la diosa del amor Venus y del dios de la guerra Marte. También era conocido en latín como Amor. Su equivalente griego es Eros.

Aunque Eros acostumbra representarse generalmente como un esbelto joven alado en el arte heleno tradicional, a lo largo del periodo de tiempo helenístico, se incrementó su representación como un chico regordete. Durante esta temporada, su iconografía adquirió el arco y la flechas que representaban la fuente de su poder: una persona, o aun una deidad, disparada por una flecha de Cupido se llenaría de un deseo incontrolable. En los mitos, Cupido es un personaje menor que sirve solo para comenzar el argumento. Solo es el personaje primordial en la leyenda de Cupido y Psique, cuando, herido por sus propias armas, experimenta la ordalía de amor.

Aunque no se cuentan otras historias extendidas sobre él, su tradición es rica en temas poéticos y niveles visuales, como «el amor lo conquista todo» y el castigo vengativo o la tortura de Cupido. En el arte, Cupido suele mostrarse multiplicado como los Amores, o amorini en la terminología posterior de la historia del arte, el semejante de los erotes helenos. Los cupidos son un fundamento frecuente tanto en el arte de roma como en el arte occidental posterior de la tradición tradicional. En el siglo XV, la iconografía de Cupido comienza ser indistinguible del putto.

Cupido continuó siendo una figura popular en la edad media, en el momento en que, bajo la influencia cristiana, solía tener la naturaleza dual como el cariño terrenal y celestial. En el renacimiento, el renovado interés en la filosofía clásica le otorgó significados alegóricos completos. En la civilización popular contemporánea, Cupido se muestra tensando su arco para inspirar amor romántico, a veces como icono del día de San Valentín.

Orígenes y nacimiento

Los romanos reinterpretaron los mitos y conceptos sobre el Eros heleno para Cupido en su propia literatura y arte, y los mitógrafos renacentistas acostumbran a conjuntar libremente a los dos. En la literatura y arte, Eros tenía una genealogía dual y contradictoria. Estaba entre los dioses principales que se hicieron asexualmente; tras su generación, las deidades se engendraron por medio de uniones masculinas-femeninas. En la Teogonía de Hesíodo, solo Caos y Gea son mayores. Antes de la dicotomía de género, Eros funcionaba causando que las entidades separaran de sí mismas lo que contenían.

Al tiempo, el Eros era representado como un chaval o joven esbelto considerado el hijo de una pareja divina, cuya identidad variaba según la fuente. El influyente mitógrafo renacentista Natale Conti empezó su capítulo sobre Cupido/Eros declarando que los propios helenos no estaban seguros de su parentesco: Urano y Gea, Labres y Afrodita, Nix y Éter, o Eris y Céfiro. Apunta que el escritor viajero heleno Pausanias se contraría al decir que Eros dio la bienvenida a Afrodita al planeta y que Eros era el hijo de Afrodita, tal como el mucho más joven de los dioses.

En la literatura latina, Cupido frecuenta tratarse como el hijo de Venus sin mención a un padre. Séneca afirma que Vulcano, como marido de Venus, es el padre de Cupido. Sin embargo, Cicerón dice que había tres Cupidos, tal como tres Venus: el primer Cupido era el hijo de Mercurio y Diana, el segundo de Mercurio y la segunda Venus, y el tercero de Marte y la tercera Venus. Este último Cupido era el equivalente de Anteros, «Anti-amor», entre los Erotes, los dioses que personifican los aspectos del amor. Los múltiples Cupidos retozando en el arte son la manifestación decorativa de estos amores y deseos proliferativos. Durante el renacimiento inglés, Christopher Marlowe escribió de «diez mil Cupidos»; en la mascarada nupcial Hymenaei de Ben Jonson, «un millar de amores de múltiples colores brincan sobre la sala nupcial».

En la tradición tradicional tardía, Cupido frecuenta considerarse el hijo de Venus y Marte, cuya relación cariñosa representaba una alegoría de Amor y Guerra. La dualidad entre el Eros esencial y el concebido sexualmente acomodaba conceptos filosóficos de amor celeste y terrenal aun en la época cristiana.

Atributos y temas

La presencia de alas es porque los amantes son caprichosos y cambian con sencillez sus opiniones, y es un chaval porque el amor es irracional. Sus símbolos son las flechas y las antorchas, «porque el cariño hiere y también inflama el corazón». Estos atributos y su interpretación se establecieron en la antigüedad tardía y fueron resumidos por Isidoro de Sevilla (d. 636 d.C.) en su Etymologiae. Los ojos vendados y las especificaciones de su ceguera, no en el sentido de sepa de visión – puesto que ver a la persona querida puede ser un estímulo para el amor – se tienen que a su estrechez de miras y arbitrariedad. Como describía Shakespeare en Sueño de una noche de verano (Década de 1590):

Amor ve con la mente, no con la vista; por eso a Cupido dios ciego lo pintan. Y no es que a su cabeza la guíe el cuidado, que alas y ceguera charlan de arrebatos. De ahí que diríase que Amor es un niño, ya que ha errado bastante con quién eligió.

En particular, en el antiguo arte romano, Cupido también puede conducir o estar rodeado de frutas, animales o atributos de las estaciones o el dios del vino Dioniso, simbolizando la capacidad generadora de la tierra.

Flechas

Transporta dos tipos de flecha, una con una afilada punta dorada y otra con una punta roma de plomo. Una persona herida por la flecha dorada se llena de deseo incontrolable, al paso que la herida por la de plomo siente aversión y solo desea escapar.

La utilización de estas flechas es descrita por el poeta latino Ovidio en su primer libro de Metamorfosis. En el momento en que Apolo se burla de Cupido como un arquero menor, Cupido le dispara con la flecha dorada, pero golpea a su objeto de deseo, la ninfa Dafne, con el plomo. Rechazando las pretensiones de Apolo, Dafne reza a su padre, el dios fluvial Peneo, que la convierte en un laurel, árbol sagrado de Apolo. Es el primero de las diferentes relaciones fracasadas o de amor trágico de Apolo.

Está una variante en The Kingis Quair («El libro del rey»), un poema del siglo XV atribuido a Jacobo I de Escocia, donde Cupido tiene tres flechas: oro, para un golpe despacio que se cura de forma fácil; la irresistible plata; y acero, para una herida de amor que jamás se cura.

Abejas

En la leyenda de Cupido y el ladrón de miel, el dios niño es picado por abejas cuando birla miel de su colmena. Llora y corre a su madre Venus, quejándose de que una criatura tan pequeña no debería causar heridas tan dolorosas. Venus se ríe y señala la justicia poética: él es bastante pequeño, y aun de este modo reparte el aguijón de amor.

La historia fue contada primero sobre Eros en Idylls de Teócrito (siglo III a.C). Fue contada numerosas veces en el arte y poesía durante el renacimiento. ¡El tema concluyó el ciclo poético Amoretti! de Edmund Spenser, y adornó el tema de cuando menos veinte obras de Lucas Cranach el viejo. El poeta y clasicista alemán Karl Philipp Conz (1762-1827) enmarcó la leyenda como Schadenfreude («obteniendo placer del mal extraño «) en un poema del mismo título. En una versión de Gotthold Ephraim Lessing, un escritor de la ilustración alemana, transforma a Cupido en una abeja:

A través del aguijón Amor se realizó mucho más sabio.
El seductor incansable
urdió otro plan de guerra:
se ocultó bajo los claveles y rosas
y en el momento en que una doncella vino a recogerlos,
voló como una abeja y le picó.

La imagen de Cupido como abeja es una parte de una compleja tradición de imágenes poéticas que implican la flor de la juventud, el aguijón de amor como desfloración, y la miel como secreción de amor.

Delfines

Tanto en el arte viejo como posterior, Cupido suele mostrarse como un delfín. En un viejo sarcófago romano, la imagen puede representar el viaje del alma, originalmente asociada con la religión dionisíaca. Un mosaico de la bretaña romana tardía exhibe una procesión surgiendo de la boca del dios del mar Neptuno, primero delfines y después aves marinas, ascendiendo a Cupido. Una interpretación de esta alegoría es que Neptuno representa el origen del alma en la materia de la que se creó la vida, con Cupido triunfante como el destino deseado del alma.

En otros contextos, Cupido con un delfín se repite como un motivo lúdico, como en unas esculturas en los jardines en Pompeya que exhibe a un delfín rescatando a Cupido de un pulpo, o Cupido manteniendo un delfín. El delfín, en ocasiones elaborado fantásticamente, puede ser construido como un canalón para una fuente. En una fuente de la era actualizada en el Palazzo Vecchio, Florencia, Italia, Cupido semeja estar estrangulando un delfín.

Los delfines se mostraban frecuentemente en la antigüedad como amistosos con los humanos, y el propio delfín puede representar aprecio. Plinio registra una historia de un delfín en Puteoli llevando a un chico en su lomo a través del lago para ir cada día al instituto; cuando el chico murió, el delfín murió de pena.

En las escenas eróticas de la mitología, Cupido montando el delfín puede mostrar la velocidad con la que se desplaza el cariño, o el Cupido a horcajadas sobre una bestia marina puede ser una presencia tranquilizadora en el paseo salvaje del amor. Un Cupido cabalgando un delfín puede aparecer en situaciones que hagan ver la boda de Neptuno y Anfítrite o el Triunfo de Neptuno, asimismo popular como el tíaso marino.

Demonio de fornicación

Para amoldar el mito al uso católico, los mitógrafos medievales lo interpretaron éticamente. En su opinión, Cupido puede verse como un «demonio de fornicación». El revolucionario Teodulfo de Orleans, que escribió a lo largo del reinado de Carlomagno, reinterpretó a Cupido como una personalidad seductora pero maliciosa que se aprovecha del deseo para arrastrar a la multitud al inframundo alegórico del vicio. Para Teodulfo, el carcaj de Cupido simbolizaba la cabeza depravada; su arco, las tretas; sus flechas, el veneno; y su antorcha, la pasión ardiente. Era apropiado representarlo desvisto para no ocultar su engaño y maldad.

Cupido durmiente

El Cupido yacente se transformó en el símbolo de amor ausente o languideciente en la poesía y arte renacentistas, introduciendo el Cupido yacente (1496) de Miguel Ángel, que ahora está perdido. El tipo antiguo se conocía en la época por las descripciones de la literatura clásica, mostrándose cuando menos un caso de muestra conservado en el jardín de estatua de Lorenzo de Medici desde 1488. En el siglo I d.C., Plinio había descrito 2 ediciones de mármol de Cupido (Eros), uno en Tespias y otro desvisto en Pario, donde era un elemento cubierto de fascinación erótica.

La obra de Miguel Ángel fue esencial para entablar la reputación del joven artista, que entonces solo tenía veinte años. A solicitud de su mecenas, aumentó su valor haciéndolo parecer deliberadamente «viejo «, creando «su falsificación mucho más notoria «. Tras conocerse el engaño, se mostró el Cupido yacente como prueba de su talento junto un mármol viejo, atribuido a Praxíteles, de Cupido durmiendo sobre una piel de león.

En la poesía de Giambattista Marino (d. 1625), la imagen de Cupido o Amore durmiento representa la indolencia del amor en el regazo de Ociosidad. Un madrigal de su contrincante literario, Gaspare Murtola, exhortaba a los artistas a pintar el tema. Un catálogo de obras de la antigüedad coleccionados por la familia Mattei, mecenas de Caravaggio, incluía bocetos de cupidos yacentes basados en la escultura del templo de Venus Erycina en Roma. Caravaggio, por cuyas descripciones de sus obras es conocido Murtola, tomó el desafío con su Cupido yacente (!608), una incómoda representación de un niño enfermo, inmovilizado con «piel ictérica, mejillas enrojecidas, labios y orejas azulados, el pecho demacrado y vientre hinchado, los músculos atrofiados y articulaciones inflamadas». Se cree que el modelo había sufrido artritis reumatoide reumatoide juvenil. El Cupido yacente de Caravaggio fue preconcebido como un fresco por Giovanni da San Giovanni y el tema recurrido mediante las obras romanas y también italianas del periodo.

El cariño todo lo vence

Anteriormente en su carrera, Caravaggio había desafiado sensibilidades contemporáneas con su Amor victorioso «sexualmente provocativo y anti-intelectual», asimismo popular como El amor todo lo vence (Amor Vincit Omnia), en el que el Cupido desnudo descaradamente pisotea distintivos de la civilización y erudición representando la música, arquitectura, la guerra y la erudición.

El lema viene del poeta augustino Virgilio, escribiendo a fines del siglo I a.C. Su colección de Églogas concluye con la que puede ser su línea mucho más conocida: Omnia vincit Amor: et nos cedamus Amori («El cariño todo lo vence, y de esta forma nos rendimos nosotros mismos al amor»). El tema asimismo se expresaba como el triunfo de Cupido, como en I trionfi de Petrarca.

Cupido de roma

El antiguo Cupido de roma era un dios que personificaba el deseo, pero no tenía santuarios ni prácticas religiosas independientes de otras deidades romanas como Venus, a quien frecuenta acompañar a un lado en las estatuas de culto. Un Cupido puede manifestarse entre las múltiples estatuillas para la devoción privada en un santuario del hogar, pero no hay una distinción clara entre las figuras para la veneración y aquellas para el arte o la decoración.

Los santuarios romanos acostumbraban a ser útil, como función secundaria, como museos de arte, mencionando Cicerón que una estatua de «Cupido» (Eros) de Praxíteles había sido consagrada en el sagrario y había recibido veneración religiosa junto con Hércules. Una inscripción de Cártama en la España romana registra esculturas de Marte y Cupido entre los proyectos públicos de una rica sacerdotisa (Sacerdotes perpetua), y otra lista de donaciones por un procurador de Bética incluía unas estatuas de Venus y Cupido.

Cupido se volvió más común en el arte de roma de la época de Augusto, el primer emperador romano. Tras la batalla de Accio, cuando fueron derrotados Antonio y Cleopatra, Cupido transfiriendo las armas de Marte a su madre Venus se transformó en un fundamento de las imágenes augustinas. En la Eneida, la épica nacional de Roma del poeta Virgilio, Cupido se disfraza de Yulo, el hijo de Enéas que paralelamente era hijo de Venus, y en este modo engaña a la reina Dido de Cartago para enamorarse del héroe.

Le da puerto seguro a Enéas y a su banda de asilados de Troya, solo para ser dejada por él al cumplir su destino de conseguir Roma. Yulo (asimismo popular como Ascanio) se transforma en el fundador mítico de la familia Juliana de donde proviene Julio César. Augusto, el heredero del César, memoró a un querido bisnieto que murió de niño representándole como Cupido, dedicándole una estatua en el templo de Venus en la colina Capitolina y sosteniendo una en su dormitorio donde la besaba por la noche. Un hermano de este niño era el emperador Claudio, cuya madre Antonia aparece representada en una escultura preservada de Venus, con Cupido en su hombro.

El Augusto de Prima Porta está acompañado por un Cupido cabalgando un delfín. Los conjuntos de cupidos aparecían en frisos del templo de Venus Genetrix (Venus como «Madre procreadora»), y también influyeron las situaciones de los relieves de otras obras como los sarcófagos, particularmente aquellos de niños.

Cupido, una figura alada

Como figura alada, Cupido compartía algunas peculiaridades con la diosa Victoria. En las monedas acuñadas por el dictador Sula, Cupido transporta una rama de palma, el atributo más común de Victoria. «Deseo» en la cultura romana acostumbraba a unirse al poder, tal como a la atracción erótica. Los historiadores romanos critican el cupido gloriae, «deseo de gloria», y cupido imperii, «deseo por el poder gobernante». En el alegato filosófico de roma, cupido es el semejante del heleno pothos, un foco de reflexiones sobre el significado y la carga del deseo. En la representación del «amor piadoso» (amor pius) de Niso y Euríalo en la Eneida, Virgilio hace preguntarse a Niso: «¿Serán por ventura los dioses los que infunden este ardor [cupido] en mi espíritu, o tal vez cada quien se forja un dios de sus ciegos apetitos?»

En la física del sexo de Lucrecio, cupido puede representar la lujuria humana y el instinto animal de copular, pero también el impulso de los átomos de sumarse y conformar materia. En la fascinación erótica de los gladiadores, que en ocasiones se sexualizaban con nombres como Cupido, está una asociación entre sexo y violencia.

Cupido era el enemigo de la castidad, siendo contrario por el poeta Ovidio a Diana, la diosa virgen de la caza, que como él, transporta un arco, pero odia las flechas provocadoras de pasión de Cupido. Cupido también está enfrentado con Apolo, el hermano arquero de Diana y patrón de la inspiración poética, cuyas relaciones amorosas siempre y en todo momento acabaron desastrosamente.

Ovidio culpa a Cupido por hacerle escribir poesía amorosa en la cama con tu abuela, sin embargo, la fuente literaria más larga de la leyenda es la novela latina Metamorfosis, asimismo famosa como El asno de oro, de Apuleyo (siglo II d.C). Trata la superación de obstáculos en el amor de Psique («Alma» o «Aliento de vida») y Cupido, y su unión definitiva en matrimonio. La fama de la hermosura de Psique amenaza con eclipsar el amor a Cupido a realizar su vengane nuestra Venus, y la diosa delza.

No obstante, Cupido se enamora de Psique y se dispone a llevársela a su palacio. Él la visita por la noche, advirtiéndole con no intentar mirarlo. Las envidiosas hermanas de Psique la convencen de que su amante ha de ser un monstruo horrible, introduciendo al final una lámpara en su cámara para verlo. Asombrada con su hermosura, derrama el aceite caliente de su lámpara y lo lúcida. Él la deja. Ella vaga por la tierra buscándolo, sometiéndose este era una caquita con ojos servicios de Venus, quien la tortura.

La diosa entonces manda a Psique a una secuencia de metas. Se desespera en todas y cada una de ellas, así como recibe también asistencia divina en estas. En su tarea final, debe recuperar una dosis de la belleza de Proserpina del inframundo. Tiene éxito, pero en su sendero de vuelta no puede resistirse a abrir la caja con la esperanza de beneficiarse de ella, con lo que cae en un sueño tórpido. Cupido la haya y la revive devolviendo su sueño a la caja. Cupido le entrega la inmortalidad para que puedan casarse como iguales.

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