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Hécate (Hékate) es una diosa de la mitología griega capaz tanto del bien como del mal. Estaba relacionada con la brujería, la magia, la Luna, los portales y las criaturas de la noche, singularmente los perros infernales y los fantasmas. De forma frecuente se la representa con una linterna, que recuerda su conexión con la noche, y en las estatuas tiene tres caras por su papel como diosa de las fronteras y guardiana de las encrucijadas.
Genealogía
Según dice Hesíodo en su Teogonía, Hécate es hija de Perses y Asteria, esto es, nieta de los colosos Febe y Ceo. Eurípides, por otra parte, relata que su madre es Leto. Otros escritores comentan que es hija de Zeus y Deméter, Aristeo o Noche. La diosa se solía asociar habitualmente con Deméter y en ciertos cultos aun la asimilaban con ella.
Asociaciones y rituales
A partir del siglo V a.C. la diosa se asoció con el lado más oscuro de la experiencia humana; o sea, la desaparición, la brujería, la magia, la Luna, los sueños, los perros feroces y las criaturas que se esconden en la oscuridad de la noche. Así como afirma el Oxford Classical Dictionary, extravagante en su apariencia infernal, encaja mejor en la periferia del politeísmo griego que en el centro. Intrínsecamente bivalente y polimorfa, está a los dos lados de los límites comunes y elude las definiciones.
Hesíodo detalla a la diosa en estos términos refulgentes:
Zeus, hijo de Cronos, honró a [Hécate] por encima de todas las otras : le dio dones espléndidos ; tener parte de la tierra y del mar infecundo, y del cielo estrellado también tomó parte en honor, y es honrada por los dioses inmortales sobre todos. Por el hecho de que aun en este momento, en el momento en que un humano de la Tierra busca la propiciación realizando los sacrificios según su costumbre, está invocando a Hécate. Y bastante honor se queda sin dificultad con ese hombre cuyas plegarias la diosa acepta de buen grado, y le otorga la alegría. (Teogonía 411-420)
Después Hesíodo dice que Hécate apoya o es una diosa protectora de los guerreros, los atletas, los cazadores, los jinetes, los pastores, los pescadores y los pequeños. Sus compañeras son las Furias (Erinias), las criaturas aladas que castigaban las malas acciones, y sus hijas son las Empusas, demonios femeninos tendentes a seducir a los pasajeros.
Había rituales extraños que se llevaban a cabo en honor de la diosa en la religión griega, que incluían las ofrendas de comida, en las encrucijadas, los cruces de caminos y cualquier otro género de límite o umbral, que se conocían como «la cena de Hécate». Normalmente consistían en pasteles de huevo, queso, pan y carne de perro, que se prendían con antorchas en miniatura, o alternativamente, un plato de salmonete, que normalmente se encontraba prohibido para las ofrendas a otros dioses. Hécate asimismo solía recibir como ofrenda el sacrificio de perros, singularmente perros chiquitos.
La conexión con el perro es posible que se deba al hecho de que se conoce que los perros se comían a los muertos si no se enterraban. Como es natural, también aúllan a la luna. Otra conexión canina puede tener que ver con el dios egipcio Anubis, que guiaba a las ánimas hasta el inframundo, y el perro griego de tres cabezas de Hades, Cerbero, puede que fuera una versión previo de Hécate. Las ofrendas a la diosa se hacían todos y cada uno de los meses durante la noche de la luna novedosa. Quienes más apelaban a la diosa eran las hechiceras en pos de ayuda para su magia y sus hechizos, y esta aparece en tablillas de maldiciones que se han preservado.
Según Pausanias, el viajero heleno del siglo II d.C., la isla de Egina tenía un culto enigmático dedicado a la diosa, donde se pensaba que se podía sanar a los enfermos mentales. Kos, Eritras, Samotracia, Tesalia y Mileto asimismo adoraban a la diosa, y en esta última asimismo está un altar circular del siglo VI a.C. para hacer sacrificios en su honor, la evidencia arqueológica mucho más temprana de su adoración. La adoración de Hécate continuó durante los periodos helenístico y de roma, y se han encontrado restos arqueológicos esenciales de ofrendas votivas a la diosa en Lagina en Cária y Frigia.
Hécate en el arte
Hécate aparece de forma regular en el arte y la literatura griegas tan solo desde el siglo V a.C., mientras que antes no era mucho más que una figura menor que aparecía en las historias de Deméter, como doncella de Perséfone, y de Artemisa. Esto podría señalar la llegada parcialmente tardía de la diosa a Grecia desde Cária, aunque los griegos de la antigüedad la consideraban una diosa griega, no extranjera. Comúnmente se la retrata en la cerámica griega como una mujer joven con una antorcha o una llave, que representaban su función de deidad nocturna, una guardiana de las puertas del Hades y diosa de las fronteras. Hay una vasija ática del siglo V a.C. que representa a una mujer ofreciéndole a la diosa un cachorro y una cesta de flores.
En la estatua, su fachada mucho más asombroso es la de las figuras de los periodos tradicional y helenístico, en los que la diosa hace aparición con tres cuerpos y tres cabezas (o un solo cuerpo con tres cabezas, o tres cuerpos con solo una cabeza), normalmente con halos o rayos de luna. El historiador Robert Graves apunta que las cabezas podían ser de un perro, un león y un caballo que representaban las constelaciones que abarcan el año. Pese a eso, la diosa acostumbra aparecer comúnmente con cabezas humanas. Conocida como hekataia, el primer ejemplo de la forma triple de Hécate se asigna a una figura que guarda la entrada de la Acrópolis de Atenas, la Hécate Epipyrgidia («en las murallas»), del siglo V a.C., efectuada por el escultor Alcámenes. El altar de Zeus en Pérgamo, del siglo II aC. tiene una Hécate de tres cabezas atacando a un enorme con forma de culebra, ayudada por un perro.
Una práctica común consistía en poner imágenes de la diosa triple en las murallas de la ciudad, en especial a las puertas, las entradas a los sitios sagrados y la entrada de las viviendas privadas, donde se pensaba que actuaba como protectora y alejaba a los malos espíritus. Finalmente, hay una referencia a la diosa en las proyectos trágicas de Eurípides y Sófocles, entre otros, y en la Eneida de Virgilio, donde actúa como la guía de la Sibila al Inframundo.